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Este artículo explora la relación entre las ecologías estéticas de hogares de distintos sectores socioeconómicos, y su disposición para conservar o descartar objetos. Más específicamente, analiza cómo las prácticas domésticas, el modo en que se produce y las formas en que mantiene el hogar pueden incidir en una mayor o menor propensión hacia formas de vida sustentables. En base a un trabajo etnográfico conducido en hogares de clase socioeconómica alta y baja de la ciudad de Santiago, pudimos distinguir tres dimensiones relevantes: la materialidad, la funcionalidad y la temporalidad. Así, mientras las casas de clase alta se caracterizan por ecologías más bien cerradas y restrictivas, que resisten fuertemente prácticas sustentables, los hogares populares presentan estéticas más abiertas, de temporalidades lineales y espacios multifuncionales que explican en buena medida su propensión hacia la coexistencia de objetos y materiales diversos.

A diferencia de lo que sucede habitualmente en lugares conectados a los flujos del capital en donde la casa constituye un espacio de consumo y tiende a ser un lugar de paso para una gran cantidad de cosas, la vivienda rural destaca por su capacidad de retener las cosas y alterar sus procesos de obsolescencia, fijándolas en un territorio dúctil y receptivo que reconoce y acepta la transformación y el deterioro de la materia.

Acostumbrados hoy a que numerosos objetos pasen por nuestros hogares, la posibilidad de que las cosas puedan tener una larga vida parece extraña. Aunque la calidad de los materiales y la variabilidad de las necesidades y funciones son sin duda cruciales para definir la durabilidad, la larga vida también tiene una relación directa con las rutinas que persisten en el tiempo. En otras palabras, los hábitos inconscientes que se adquieren al repetir incansablemente la misma tarea influyen en la trayectoria de los objetos. Lejos de una monotonía eterna, estas rutinas suponen la repetición de ciclos, estaciones y ritos que ordenan y cualifican el tiempo cotidiano. A diferencia de la sorpresa fugaz, la emoción y la ansiedad que hoy nos provocan muchos objetos, el largo tiempo de las cosas está custodiado por la acción previsible de quienes conocen el origen, anticipan los efectos, acompañan el deterioro, ordenan, reutilizan, guardan y ocasionalmente dejan ir. Estas rutinas tienen el potencial de generar apego, empatía, compasión e incluso amor. Cuando esto sucede, rescatamos los objetos de esa percepción moderna que los separa como algo distinto del sujeto y del lugar y los desecha despectivamente, y recuperamos su posibilidad de ser parte constitutiva de algo más allá de ellos mismos.

Los discursos sobre el almacenamiento y el desorden se han convertido en aspectos centrales del espacio doméstico contemporáneo. La ansiedad que provoca la acumulación y el desorden están directamente relacionados con la progresiva incorporación de bienes a los hogares. Ahora bien, ¿qué ocurre en el caso de algunos propietarios de edad avanzada cuyo estilo de vida ha cambiado poco en las últimas décadas y tienen una relación muy diferente con la cultura del consumo actual y la acumulación doméstica? Basado en un enfoque auto-etnográfico, este ensayo visual examina la casa que los abuelos del autor han construido a lo largo de su vida. Sostiene que, aunque la casa está llena de objetos que se han ido acumulando a lo largo de las décadas, estos objetos difícilmente pueden ser catalogados como "cachureos". La estabilidad material y simbólica se ve favorecida por el reducido tráfico de objetos que entran y salen de la casa y la importancia de las prácticas de cuidado y mantenimiento, pero, sobre todo, por la capacidad de la casa de proporcionar un lugar específico y diferenciado para cada objeto.

Abstract. Today specialists agree on the importance of studying the practices of reuse and reduction or slow consumption in the domestic space. In response to this need, this research seeks to understand the extent to which daily consumption practices influence the life trajectory of objects. Specifically, the project seeks to recognize, analyze and value everyday practices related to the use, care, repair, reuse and storage of objects of daily consumption, which favor conservation and influence the willingness to consume new replacement products. The ethnographic study, uses in-depth interviews, participant observation and use of audiovisual tools to investigate the relationships that a diverse group of people have with their everyday objects. Limiting the study to people who reside in different communes of the city of Santiago.

El COVID y el confinamiento nos obligaron a transformar nuestros hogares. Investigación el potencial de estos cambios para instalar formas de vida más sustentables y cooperativas.

Este artículo describe el trabajo realizado en el marco de una residencia en la galería de arte The Window en Paris. El proyecto tenía como objetivo explorar en la utilización de soportes sensoriales en una investigación antropológica, así como las principales problemáticas ligadas a este tipo de trabajo. Específicamente utilizamos fotografías, objetos y la instalación como herramientas no sólo para pensar y acercarse a un espacio etnográfico, sino también para construir un discurso sobre él.

No hay duda de que la interrupción de la “normalidad” por el Coronavirus nos obligó a replantear la manera en que nos relacionamos con nuestras cosas. De un día para otro, nuestro espacio físico se contrajo y lo que antes ocurría en la calle, el trabajo, el café o el gimnasio, ahora se incorpora a la casa. En cosa de semanas la casa fue otra, irreconocible, mutante.

Lejos de los postulados minimalistas de Marie Kondo, los hogares chilenos suelen orientarse por una ética del cuidado y de conservación de sus objetos domésticos, valorando su condición temporal y dinámica, así como su participación en una ecología de bienes.